La mapaternidad nos cambia, cambiamos la forma de vivir, cambian nuestras rutinas, los planes improvisados, las noches, los días, las comidas y las cenas, los cafés hablando de la vida. Hay que ser conscientes que nunca volveremos a ser los mismos, tenemos una persona que depende de nosotrxs, y eso, también hay que interiorizarlo.
Muchas parejas no encuentran su momento para reconectar y hablar, ser conscientes en qué punto esta su relación. Es importante una buena comunicación y expresar las necesidades de cada unx, porque la mapaternidad nos lleva al límite muchas veces.
La llegada de un bebé suponen un cambio en la pareja, las noches en vela, el ritmo frenético del día a día y los cuidados del bebé, alteran la forma de vivir de las parejas. Durante las primeras semanas, cambian los roles familiares y las prioridades. Este cambio en el hogar puede crear un cierto distanciamiento de la pareja, que pasa a un segundo plano.
El padre se siente desplazado: la madre dedica todo su tiempo al cuidado del bebé, por lo que el padre percibe que ya no recibe la atención de su pareja como hasta entonces. El apoyo de la pareja es básico, en estos momentos tan delicados se debe formar equipo para que no surjan grietas entre los dos. Realizar las actividades cotidianas en compañía de la pareja es una de las mejores formas para fortalecer los lazos emocionales, por otro lado la comunicación y la organización en la casa es prioritaria.
La madre se siente cansada: la última etapa del embarazo suele ser agotadora, a lo que se suma el esfuerzo del parto y la recuperación del postparto. Las noches dejan de ser jornadas de sueño continuado y descanso para convertirse en continuos despertares para atender al bebé. Además, debe realizar un esfuerzo extra para adaptarse a la situación.
La madre se prepara a nivel físico, psicológico y emocional durante al menos 9 meses para atender a su hijo. Se va creando un instinto, un vínculo único que provoca en la madre un súper poder instintivo con una alta capacidad para empatizar, atender y volcarse con el bebé aún a pesar de estar tremendamente agotada.
Lo ideal es la escucha activa, el apoyo, la sinceridad, la paciencia e interiorizar el concepto de equipo. Se trata de una etapa dura, una prueba de fuego para la pareja. Y es que la llegada de un bebé es sin duda motivo de alegría, pero también de una tremenda responsabilidad, cambio de ocio, rutinas y agotamiento. Para evitar que la relación de pareja se vea afectada de una forma negativa es necesario que se trabaje día a día el sentido de la responsabilidad, la comunicación fluida y la reorganización de las tareas.
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